Desde etapas históricas muy tempranas, a través de caminos y rutas marítimas, los productos procedentes del lejano oriente fueron muy apreciados en Europa; es el caso de las especias y los textiles, que adquirieron gran protagonismo y relevancia desde tiempos del Imperio Bizantino, si bien estos itinerarios ya quedaron establecidos oficialmente durante la dinastía Han (China) en 130 a.C. Fue la importancia que fueron adquiriendo estos y otros productos procedentes de Oriente la razón que obligó a mercaderes y viajeros a abrir estos itinerarios comerciales que, desde los confines de China unían el Asia Central con Europa a través del Mediterráneo.
La Ruta de la Seda, fue la denominación que en el siglo XIX le dio el geógrafo alemán, Ferdinand von Richstofen a este conjunto de itinerarios y caminos caravaneros. Seda, té, tintes, piedras preciosas, vajilla y adornos de porcelana, especias como canela y jengibre, bronce, joyas y adornos de oro, medicina, perfumes, marfil, arroz, papel y pólvora, entre otros, debieron recorrer aquellos caminos, y con los productos mencionados, antes o después, también debieron hacerlo algunas especies vegetales ornamentales que, por su belleza, por sus peculiaridades y por su carácter exótico llamaron la atención de aquellos mercaderes y viajeros europeos. Estas, junto con los productos, las ideas, la cultura, los inventos se quedaron, en este caso, en nuestro jardín, y aquí siguen entre nosotros, aportándonos vida y energía positiva.