Concurso de microrrelatos sobre violencia de género. | I.E.S. Suárez de Figueroa

Concurso de microrrelatos sobre violencia de género.


26 de enero de 2015 (Lala Morán, Dpto. Lengua)
Con motivo de la celebración del Día Internacional contra la violencia de género, el día 25 de noviembre, la AMPA del IES “Suárez de Figueroa” y el Ayuntamiento de Zafra convocan un concurso de microrrelatos, donde participan alumnos de 4º de ESO y 1º de Bachillerato. El jurado lo forman representantes de la Oficina de Igualdad del Ayuntamiento, miembros de la Ampa y dos profesoras del Departamento de Lengua y Literatura del instituto, resultando ganadoras: Elena Osuna Moriche y Olga González Manzano, ambas alumnas de 4º A de ESO. Próximamente el Ayuntamiento va a publicar un libro con los microrrelatos de todos los alumnos participantes.

Primer Premio: Microrrelato de Elena Ochoa Moriche
Segundo Premio: Microrrelato de Olga González Manzano


Primer Premio: Microrrelato de Elena Ochoa Moriche
No sé que llamarte:

Esta vez ha sido distinto, esta vez lo has cambiado todo, nunca pensé que llegarías a mi límite, pero lo sobrepasaste. Esta mañana cuando me ordenaste que te hiciera el café y me negué porque en ese momento estaba desayunando, cuando después de gritarme me tiraste la taza de té a la cara y me ordenaste que limpiara lo que tú habías derramado.
Ese momento en el que me negué y me di cuenta de que no iba ser una esposa sumisa jamás, ese instante en el que me agarraste de los pelos y me lanzaste contra la pared, ese preciso momento en el que derramaste toda tu ira contra mi. No es la primera vez que lo haces, pero si la última. Cuando te fuiste a trabajar, me quede sola y pensé y reflexioné dándome cuenta del daño que me causabas, dándome cuenta de porqué seguía junto a ti y si, era porque te amaba. Pero también me di cuenta de lo que yo era para ti, una mujer sumisa, una sirvienta… Pero ante todo esta mi dignidad, algo que intentaste cambiar eliminándome como persona. Algo que tengo claro que nunca más pasará. Voy a aprender a quererme y a valorarme por lo que soy, voy a salir de esta jaula de hierro, ya no me tendrás presa, ya no seré tuya y ya nadie me hará más daño ni más dolor. Buscaré a alguien que me ame de verdad, que no me trate inferior y que me respete, alguien que no me dañe el corazón.
Esta vez no me pedirás perdón, porque cuando lo hagas ya no estaré aquí, por eso te escribo esta carta, para que sepas que te abandono, que esta vida no es vida y no quiero aguantar esto más. No sé a donde iré pero tengo claro que seré más feliz, hoy empieza un nuevo día en mí, un nuevo camino, es hora de empezar a andar, se acabaron las lágrimas.
Libre.



Segundo Premio: Microrrelato de Olga González Manzano
¡No me dejaste!

No pude salir ahí fuera y conocer algo que me correspondía por derecho: LA VIDA, pero tú no me dejaste.
Crecía en mi pequeña burbuja siempre protegido por ella, mi madre.
Al principio vivía plácidamente ajeno al monstruo que antes de nacer ya me quería devorar pero llegó el día en el que mi vida tranquila se empezó a desvanecer.
Desde mi pequeña burbuja sentía y oía a mi madre llorar. Los golpes que a ella le sacudías como en un ring de boxeo iban dirigidos también a mí. Intentaba desde el interior mandar señales a mi madre para que escapara de aquel infierno y pidiera ayuda, pero tú, tampoco la dejaste.
La tenías sometida a tus caprichos; si un día estabas contento, la sacabas a pasear y ella buscaba un rayo de esperanza con la ilusión de que volvieras a ser el hombre tierno y cariñoso del que un día ella se enamoró. Tonta de ella, al día siguiente si te encontrabas mal, volvían de nuevo los golpes y las humillaciones y era el cuento de nunca acabar.
Las visitas al hospital se hicieron frecuentes y mi madre siempre te disculpaba e inventaba alguna excusa para que nadie se enterara, sentía vergüenza. También ocultaba el dolor tan grande que sentía cada vez que tú te acercabas a ella e incluso pensaba que la culpa era suya pero siempre volvía contigo, ¡qué ingenua!
Era increíble como todos a tu alrededor te tenían como un marido ejemplar, trabajador, buena persona y del que pensaban que serías un padre estupendo. Eran sólo apariencias porque en realidad desconocían el verdadero monstruo en el que te habías convertido por el alcohol y las drogas. No imaginaban el calvario que mi madre estaba viviendo junto a ti y que, de rebote, estaba viviendo yo también dentro de mi burbuja antes de nacer.
Hasta que llegó el día, el día en que nos borraste del mapa para siempre a los dos.
Mi madre ya estaba embarazada de nueve meses. Se encontraba leyendo un libro sobre los primeros cuidados de los recién nacidos mientras yo notaba cómo me acariciaba a través de su suave tripa. Yo era su primer hijo y estaba asustada e intranquila como cualquier primeriza.
Entonces llegaste tú, borracho como siempre. Empezasteis a discutir, el motivo daba igual pues se convirtió en una cruel y triste rutina que ella y yo teníamos que soportar. Pero ese día en concreto, yo fui el motivo. La viste leyendo con entusiasmo e intriga ese libro y le reprochaste que por qué no había querido saber el sexo de la pequeña criatura que llevaba en su vientre. Ella te miró y simplemente bajó la cabeza sin decir nada. No entendía como a lo largo de los nueve meses de su embarazo jamás te habías interesado por ninguno de los dos. Ese gesto de mi madre te enfureció tanto que comenzaste a golpearla hasta dejarla sin aliento. Las patadas que le diste provocaron que yo tampoco sobreviviera.
Ahora nunca sabrás si hubiera sido rubio o rubia, moreno o morena, ingeniero/ra, abogado/a, maestro/a… Sin embargo, en el silencio y la tristeza en la que vivía mi madre, me llamaba su pequeño Pedrito. Ella sí sabía que iba a ser un niño pero nunca te lo dijo, ¿para qué? Tu indiferencia lo decía todo.
¡Qué pena papá! Te habrás enterado de que tuviste un hijo varón el mismo día que me mataste.
Mi madre y yo ahora estamos los dos juntos y, desde dónde nos encontramos, te enviamos este mensaje:
Pudimos formar una familia feliz pero tú, no nos dejaste.